Poesía &+: Eliseo Diego
Poesía &+ es una producción de Sergio Laignelet. El contenido de esta sección, centrada en la obra poética de Eliseo Diego, se publicó con autorización de los derechos de autor en la revista danesa Aurora Boreal®, en la parte «Domingos de Poesía», coordinada por S. L., el 29 de noviembre de 2020. Se transcribe y amplía en pro de conservar un archivo excelso.
(Para
leer los poemas sin que sus estructuras se vean alteradas gire la pantalla de
su celular a posición horizontal o visualícelos en un PC)
LA BARAJA
Salta el rey, y los bastos cerrados
lo acometen brutales. Los oros
van huyendo en la vasta llanura.
Y ha caído la sota funesta
junto al buen caballero. La parda
extensión se ilumina, destella
con el rojo de infancia, y el verde
memorable y veraz, y los hondos,
los soñados azules de infierno.
La batalla creciente deslumbra
en espadas, penachos, banderas
crepitantes o justas. Y vuelven,
y regresan los bastos, las copas
taciturnas, los oros veloces,
y derriban al rey. Han caído
con el rey el silencio y el polvo
en la mansa extensión de madera.
(Por los extraños pueblos,
1958)
CASACA DE PÚRPURA
tan pobre herencia
Perrault
No tienes otro amigo. Tú
no tienes nada, no
tienes más, tú
no tienes otro amigo.
Sólo
un gato.
Sus orejas
veloces, breves,
nocturnas.
Su casaca
de púrpura.
Magnífico.
NO ES MÁS
por selva oscura
Un poema no es más
que una conversación en la penumbra
del horno viejo, cuando ya
todos se han ido, y cruje
afuera el hondo bosque; un poema
no es más que unas palabras
que uno ha querido, y cambian
de sitio con el tiempo, y ya
no son más que una mancha, una
esperanza indecible;
un poema no es más
que la felicidad, que una conversación
en la penumbra, que todo
cuanto se ha ido, y ya
es silencio.
NUNCA LE VE LA CARA
Dice la vieja: está la muerte
muy cerca, y nunca
le veo la cara.
Dice la vieja: charla
y charla, y me recuerda
un tul, una canción
lejana.
Pero nunca,
dice la vieja, nunca
le veo la cara.
Me recuerda
un tul, una canción lejana.
LA VIEJA EN EL BOSQUE
Dice el Adelantado: entre la lluvia
veo a la muerte que viene
y se sienta en el bosque. Se ha
tapado
con el manto la cara.
¿Viene
de Castilla esta vieja, la pobre,
viene
de mi pueblo? El papagayo
grita cubierto de sangre, y quisiera
consolarla.
Dios nos guarde.
TESOROS
Un laúd, un bastón,
unas
monedas,
un ánfora, un abrigo,
una espada, un baúl,
unas
hebillas,
un
caracol, un lienzo,
una pelota.
(El oscuro esplendor,
1966)
VERSIONES
La
muerte es esa pequeña jarra, con flores pintadas a mano, que hay en todas las
casas y que uno jamás se detiene a ver.
La
muerte es ese pequeño animal que ha cruzado en el
patio, y del que nos consuela la ilusión, sentida como un soplo, de que es sólo
el gato de la casa, el gato de costumbre, el gato que ha cruzado y al que ya no
volveremos a ver.
La
muerte es ese amigo que aparece en las fotografías de la familia, discretamente
a un lado, y al que nadie acertó nunca a reconocer.
La
muerte, en fin, es esa mancha en el muro que una tarde hemos mirado, sin
saberlo, con un poco de terror.
CON UN GESTO
El
gato mira con sus ojos de oro, pero no dice nada.
El
perro, en cambio, aúlla incansable.
La
muerte acaricia al gato y le concede siete dones.
Al
perro lo enloquece con un gesto.
EN FIGURA DE POBRE
Viene
la muerte, en figura de pobre, y pide una caridad por Dios.
Se
le da la caridad, y la muerte escupe la moneda y se pone a maldecir.
Larga,
infinitamente, la muerte se pone a maldecir.
BUFÓN
«Córteme usted esta barba, señor barbero», dice la
muerte, «córteme usted esta barba».
«Córteme usted este pelo», dice la muerte, «córteme usted
este pelo».
«Péineme usted como nunca, señor», dice la muerte,
«péineme usted
como
nunca».
«Y con grosera recidumbre la muerte rompe a reír»
AL FIN DEL JUEGO
Al fin del juego se barajan las cartas, y el que iba tranquilo adelante, ¿adónde irá a parar?
A dónde el rey y a dónde el caballero y los demás a dónde.
Aire y tierra y fuego y aire: fe y barajar.
(Versiones,
1970)
HERALDO
Hacia
el bosque galopa, precedido
por
el eco remoto de la trompa.
¿Qué
noticia traerá —la capa al viento—
capaz de conmover las
soledades?
Quién lo manda o a
quién —no lo sabemos,
ni de dónde vendrá.
Pero nos basta
ver que cruza los
páramos vacíos
un heraldo veloz hacia
la sombra.
[Este
poema se transcribe sin el grabado que aparece encima del título, en el cual
figura un heraldo sobre su caballo]
LAS HERRAMIENTAS TODAS DEL HOMBRE
Éstas son todas las
herramientas de este mundo.
Las herramientas todas
que el hombre hizo
para afianzarse bien
en este mundo.
Éstas son las navajas
de filo exacto con que se afeita al tiempo.
Y éstas tijeras para
cortar los paños,
para cortar los
hipogrifos y las flores
y cortar las máscaras
y todas las tramas y, en fin
para cortar la vida
misma del hombre, que es un hilo.
Éstas son las sierras
y serruchos —también cuchillos, sin duda, pero imaginados
de tal modo que los propios
defectos del borde sirvan al propósito.
Y ésta es una cuchara
que alude a los principios y a las postrimerías y en resumen
al incalificable
desvalimiento del hombre.
Éste es un fuelle para
atizar el fuego
que sirve para animar
al hierro
que sirve para hacer
el hacha
con que se siega la
generosa testa del hombre.
Éste es un compás que
mide la belleza justa
para que no rebose y
quiebre y le deshaga el humilde corazón al hombre.
Y ésta es una paleta
de albañil con que se allegan los materiales necesarios
para que sea feliz y
se resguarde de todo daño.
Éstas son unas pesas,
llaves, cortaplumas y anteojos
(si es que lo son, que
no se sabe)
que en realidad no
sirven para nada sino para establecer
de una vez para
siempre la sólida posición del hombre.
Éstas son unas gafas
que se han de usar para mirar
si se ha hecho ya lo
imaginable, lo previsible, simple e imposible
para tratar de
asegurar las herramientas todas del hombre.
Y éste, en fin, es el
mortero al que fiamos el menjurje
con que uniremos los
pedazos, trizas, minucias y despojos
si es que a las
últimas y a tiempo, si es que a las tontas y a las locas, si es que
a
ciegas y al fin
no aprendemos a usar,
amansar, dulcificar y manejar
las herramientas todas
del hombre.
[Este
poema se transcribe sin los grabados que representan los objetos mencionados,
los cuales aparecen intercalados entre los versos]
RIESGOS DEL EQUILIBRISTA
Allá va el
equilibrista, imaginando
las venturas y
prodigios del aire.
No es como nosotros,
el equilibrista,
sino que más bien su
naturalidad comienza
donde termina la
naturalidad del aire:
allí es donde su
imaginación inaugura los festejos
el otro espacio en que
se vive de milagro
y cada movimiento está
lleno de sentido y belleza.
Si bien lo miramos qué
hace el equilibrista
sino caminar lo mismo
que nosotros
por un trillo que es
el suyo propio:
qué importa que ese
sendero esté volado
sobre un imperioso
abismo si ese abismo
arde con los diminutos
amarillos y violetas,
azules y rojos y
sepias y morados
de los sombrerillos y
las gorras y los venturosos
pañuelos de encaje.
Lo que verdaderamente importa
es que cada paso del
ensimismado equilibrista
puede muy bien ser el
último de modo
que son la medida y el
ritmo los que guían
esos pasos.
La voluntad también de aventurarse
por lo que no es ya
sino un hilo de vida
sin más esperanza de
permanencia
que el ir y venir de
ayer a luego,
es sin duda otra distinción
apreciable.
Sin contar que todo lo
hace por una gloria tan efímera
que la misma
indiferencia del aire
es por contraste más
estable, y que no gana
para vivir de los
sustos y quebrantos. El equilibrio
ha de ser a no dudarlo
recompensa
tal que no la
imaginamos.
¡ADELANTE!
decimos al
equilibrista, retirándonos
al respaldo suficiente
de la silla
y la misericordiosa
tierra: nosotros
pagamos a tiempo las
entradas y de aquí no nos vamos.
[Este
poema se transcribe sin los dos grabados que aparecen al principio y al final
del mismo. En el primero figura un equilibrista. En el segundo un par de
sombreros de época, uno de mujer, otro de hombre]
(Muestrario
del mundo o libro de las maravillas de Boloña, 1968)
y te mira
Y luego
lo demás es la sombra —indescifrable.
LA CASA ABANDONADA
Hacia
el final de la escalera
te
has dado vuelta: en el vacío de abajo
el
viento solitario hace
las
veces de trajín, y la penumbra
está
sucia de olvido. Pero arriba,
en
el piso de arriba, el cúmulo
de
inútil sueño aguarda. ¿Vas
a
entrar en él, a sumergirte? Con la mano
puesta
en el balaustre, acariciándolo
te
quedas. Poco a poco,
no
vas así a bajar la vista: escucha el torvo
zumbido
de la mosca que se afana
contra
el ciego cristal: hay alguien
en
el primer peldaño. Espera.
Mira:
tú
estás en el primer peldaño. Lívido
te
estás mirando a ti con toda el alma
como
si fuese para siempre.
Y ya
no
estás arriba, ni
tampoco
abajo.
Zumba
sola
por fin la torva prisionera.
CRISTOBAL COLÓN INVENTA EL NUEVO MUNDO
1
Toda la noche, toda,
Cristobal Colón oye pasar los pájaros.
Viniendo del abismo, sin fin, a ráfagas,
miles y miles de pájaros. Sobre los mástiles,
atravesando, acribillando las tinieblas, allá,
el ruido de las alas de los pájaros.
Viniendo del vacío, del abismo,
el ruido, el trueno de la vida siendo,
la orquesta entera de los pájaros.
Pálido como la llama del farol, inmóvil,
Cristobal Colón oye tronar la vida,
pasar los pájaros.
2
Cristobal Colón ha visto una luz donde no hay nada.
(El Almirante, no el advenedizo de Triana).
Esa luz arde en algún sitio seco.
Tan seco, sin duda, como el sitio en que se posó la paloma.
Es luz de algún fuego encendido por la mano de un hombre,
Porque el fuego qué es sino la inteligencia del hombre.
Cristobal Colón lo buscó toda su vida, esto es lo cierto.
Toda su vida de pobreza, toda su vida.
Fuego de cocinar pescado, puede que fuego de abrigo.
Fuego para la más modesta de las ceremonias.
De tan pequeño que es, no puede ser otra cosa, cómo va a serlo.
Porque Cristobal Colón lo buscó toda su vida, toda.
Por eso ahora solloza solo en la cubierta
mientras el último de los pájaros se hunde vibrando en la memoria.
Sí, el último de los pájaros
—uno con la primera
luz del alba.
3
Cristobal Colón abre su grueso diario.
Toma su pluma de ganso y la sopesa entre los dedos:
sangre, vida de bestia hecha cosa para el servicio del hombre.
Moja la punta en el tintero de cuerno, el Almirante, y mira
la blancura terrible de la página. Sabe
que está esperándolo desde el principio de todo. Virgen,
está esperándolo desde que se asentaron las rocas y se fijó un
límite al capricho de las olas.
Crisóbal Colón siente el vértigo con que lo llama el abismo de la
página, pero, prudente, se resiste y sólo con la punta de los dedos toca el
blanco mágico.
Escribir la primera palabra será como empezar a no ser, como
engendrar o como morir, los dos extremos
que son una y la misma embriguez, pavorosos principios,
triunfos, catástrofes, glorias.
Toda la inacabable riqueza de la urdimbre—oro de Aldebarán, plata
de Géminis, arquetipos del ciervo y el león,
del ébano y el ónix,
toda la inagotable riqueza está urgiéndolo, soplándole. Cimbrando
como una caña,
vibrante de terror y de júbilo, por fin Cristobal Colón hunde su
pluma en la página.
Comienza entonces la invención de América.
ARQUEOLOGÍA
Dirán
entonces: aquí estuvo
la
sala, y más allá,
donde
encontramos los fragmentos
de
levísimo barro, el sitio
del
calor y la dicha.
Luego
vendrá
una pausa, mientras
el
viento alisa los hierbajos
inconsolables;
pero
ni
un soplo habrá que les evoque
la
risa, el buenas tardes,
el adiós.
LA TRAPECISTA
Vuelve,
se va, salta volando
la
transparencia que no es;
levísima,
blanquísima,
querida,
copito
no de nieve, de vivir;
vuelve,
se va, toca la orilla
de
ya no más; blanquísima,
levísima,
minúscula
gracia
de porque sí;
no se nos vaya,
no,
a caer!
DAGUERROTIPO DE UNA
DESCONOCIDA
Esa
muchacha que en el daguerrotipo está mirándonos,
que
no sabemos quién fue ni como se llamaba;
esa
muchacha tan deliciosamente fresca bajo su blusa de encajes,
frágil
con el temblor del pájaro que una vez hemos tenido en la mano;
el
óvalo de cuya cara nos hiere de belleza,
las
líneas de cuyas manos dibujan la esperanza o la ternura;
esa
muchacha está en peligro, ya ven, y no se da ni cuenta.
El
día se le está yendo como el aroma escapa de la rosa,
el
nombre se le está yendo como está yéndose la música, no se da cuenta.
Sólo
un instante más y ya no podremos ampararla, no podremos;
el
rumor de su falda se ocultará en la sombra de los márgenes;
ligera
se habrá ido como si no tuviese un cuidado en el mundo
y en
su lugar habrá cosas sin alma que el polvo aquieta
con la punta de sus dedos.
No
estará la muchacha, la perfección, la gloria de la luz, sino su imagen
manchada
ya, tocada ya, dañada, como por una mosca, por la fecha.
Es
demasiado joven para el odio del tiempo.
TESTAMENTO
Habiendo
llegado al tiempo en que
la
penumbra ya no me consuela más
y me
apocan los presagios pequeños;
habiendo
llegado a este tiempo;
y
como las heces del café
abren
de pronto ahora para mí
sus
redondas bocas amargas;
habiendo
llegado a este tiempo;
y
perdida ya toda esperanza de
algún
merecido ascenso, de
ver
el manar sereno de la sombra;
y no
poseyendo más que este tiempo;
no
poseyendo más, en fin,
que
mi memoria de las noches y
su
vibrante delicadeza enorme;
no
poseyendo más
entre
cielo y tierra que
mi
memoria, que este tiempo;
decido
hacer mi testamento.
Es
este:
les dejo
el
tiempo, todo el tiempo.
(Los días de tu vida,
1977)
FRENTE
AL ESPEJO
En un abrir y cerrar de ojos
ya no estarás en donde estabas:
un triste viejo está mirándote
con qué terror desde tu cara.
Mirándote ávido y mirándote
mientras la luz te da en su cara:
en un abrir y cerrar de ojos,
ni tú, ni él, ni nada.
François
Villon
¿En dónde están las nieves, dime,
las de aquel año en que escribías
tú de las nieves de otros años?
Pasan las nubes, qué sombrías.
Las reinas no sé dónde han ido
ni adónde el hambre que tenías:
pero las nieves de aquel año
caen en tus versos
—frías, frías.
CARROLL Y ALICIA
Alicia va por el espejo,
tú quedas con tu libro, a solas,
Las maravillas del espejo,
¿doblan quizás las de la sombra?
No vuelve Alicia ni hay ya nadie,
sólo quedó tu libro, ahora,
¿Estás allá también, o duermes
muy, muy adentro de la sombra?
(A través de mi espejo,
1982)
EL TIEMPO Y SU PASO
Negra,
precisa, delicada, allí quedó la hormiga presa en el ámbar y, a la vuelta de
veinte millones de años, está aquí ahora como un trocito congelado de qué
tiempo increíblemente remoto.
Pero, ¿tiempo? ¿Era aquel un
tiempo? ¿Quién escuchó entonces su paso, en el soplo de qué brisa inconcebible,
a través de los enormes helechos, de las impasibles coníferas, del silencio?
Un azar difícil si no extremo llevó
la criatura al ámbar, el ámbar a la imagen impresa, la imagen a tus ojos, para
que fuese tuya el ansia de escuchar aquel rumor soplando entre las impasibles
coníferas, en lo inmóvil —allá por lo oculto del tiempo.
FANTASMAGORÍAS
Desde
muy joven —lo confieso—, me han gustado los fantasmas. Me apasionaban las
historias de sus desventuras.
Hoy —lo confieso—, aproximándose la
hora de convertirme en uno, ya no me gustan tanto.
(Libro de quizás y de
quién sabe, 1989)
COMIENZA UN LUNES
La eternidad por fin comienza un
lunes
y el día siguiente apenas tiene
nombre
y el otro es el oscuro, el abolido.
Y en él se apagan todos los murmullos
y aquel rostro que amábamos se esfuma
y en vano es ya la espera, nadie
viene.
La eternidad ignora las costumbres,
le da lo mismo rojo que azul tierno,
se inclina al gris, al humo, a la
ceniza.
Nombre y fecha tú grabas en un
mármol,
los roza displicente con el hombro,
ni un montoncillo de amargura deja.
Y sin embargo, ves, me aferro al
lunes
y al día siguiente doy el nombre tuyo
y con la punta del cigarro escribo
en plena oscuridad: aquí he vivido.
(Cuatro de oros,
1991)
Fuentes bibliográficas (biblioteca personal): Muestrario del mundo o libro de las maravillas de Boloña. Madrid: Visor, 1978; Poesía. La Habana: Editorial letras cubanas, 1983; Entre la dicha y la tiniebla. México: FCE, 1986; El silencio de las cosas. La Habana: Editorial letras cubanas, 1993; La sed de lo perdido. Antología. México: Ediciones del equilibrista, 1993; La sed de lo perdido. Antología. Madrid: Siruela, 1993; Poemas. Barcelona: Debolsillo, 2000; Nombrar las cosas. La Habana: UNEAC, 1973; Obra poética. La Habana: Ediciones Unión, 2001; Obra Poética. México: FCE/Ediciones del Equilibrista, 2003; Poesía y prosa selectas. Venezuela: Biblioteca Ayacucho, 2004; La insondable sencillez: ensayos. México: UNAM, 2007; Eliseo Diego. Madrid: El País, 2008.
Concepto: Sergio Laignelet
Producción para Poesía &+: Sergio Laignelet
Producción para Doningos de Poesía: Sergio Laignelet y Aurora Boreal®
Textos y selección de poemas: Sergio Laignelet
Poemas publicados con autorización de ©Herederos Eliseo Diego
Fotografía de Diego publicada con autorización de ©Herederos Eliseo Diego (Archivo familiar)
Todos los derechos reservados
Poesía &+
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Gerardo Deniz
sergiolaignelet.blogspot.com/2020/04/domingos-de-poesia-gerardo-deniz
Eliseo Diego
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Jorge Eduardo Eielson
sergiolaignelet.blogspot.com/2020/01/domingos-de-poesia-jorge-eduardo-eielson
Raúl Gómez Jattin
sergiolaignelet.blogspot.com/2020/01/domingos-de-poesia-raul-gomez-jattin
Jaime Saenz
sergiolaignelet.blogspot.com/2020/09/domingos-de-poesia-jaime-saenz
Revista Aurora Boreal: Domingos de Poesía